martes, 20 de marzo de 2007

CRISIMOSLES.....
Los talleres literarios de la Casa de la Cultura se han convertido en una especie de tradición en nuestro medio, especialmente fortificada por los que integró Miguel Donoso Pareja, en la década de los 80.
Esta tradición, luego de transformaciones e inconvenientes que no cabe mencionar, ha llegado al siglo XXI –muchas veces acusada de institucionalidad- y ha permitido el nacimiento de nuestro grupo, gracias al contacto furtivo de quienes lo integramos –como esos encuentros que se dan sin planeación, pero condicionados desde mucho antes por algún demiurgo desconocido.
Pero no apelamos imitar a nuestros antecesores. Ellos, debido al contexto social, histórico y político que se vivía, especialmente en los 80, tomaron, en su mayoría, la opción de la Literatura ideológica, la Literatura política, buscando la reivindicación de las masas excluidas, denunciando los abusos del poder, haciendo frente al sistema de alienación, rompiendo los cánones lógicos y estéticos de creación, en suma: rechazando el orden vigente en todas las esferas de la existencia.
Ahora podemos decir que nuestras motivaciones de acción no son aquellas; ya no respondemos a una idea política
[1] de rechazo a lo establecido y en busca de una transformación social. Somos gente que ha dejado de enfocarse únicamente en “las masas” y se preocupa por los mundos que habitan dentro del sujeto. Aquel sujeto que ha sido excluido de los estudios; diluido en unas ciencias sociales que no lo consideran sino en la medida en que forma parte de un grupo, de una masa; fragmentado en una psicología que lo ve como un rompecabezas de piezas definidas.
No se trata de tomar una postura apolítica; sabemos muy bien que esa actitud no es posible. Todos partimos del hecho de tener una ideología, pero la de cada uno es diferente. No es nuestro punto de cohesión la coherencia en las formas de pensar y ver el mundo, sino algo más profundo, más individual: la necesidad de cada sujeto de decir las cosas, cualquier cosa y de la forma que cada uno lo crea conveniente.
Tampoco se trata de estar de acuerdo con las decisiones políticas a nivel nacional o global. Cada uno de nosotros tendrá sus posiciones de rechazos y apoyo, pero de manera implícita y/o individual, de forma que dichas posiciones no serán la piedra angular del grupo.
En cambio, nuestra identidad se enmarca dentro de la pluralidad de pensamientos, posturas, objetivos, estilos, temáticas recurrentes…, que se entretejen a manera de redes y donde lo más importante son las relaciones que tendemos entre elementos distintos y no los propios elementos como tales.
¿Qué tenemos en común? La simple e inmensa necesidad de escribir para expresar algo, la idea de hacer “arte por el arte” –aunque suene trillado-; también compartimos el anhelo renovación, las ganas de impulsar un cambio en las letras del Ecuador siendo cronistas de nuestro tiempo, pues aunque sea cierto que la humanidad ya ha hablado de todo, cada época histórica es diferente a las anteriores y por lo tanto, en un contexto modificado, debe surgir un sistema de ideas modificado, el cual permite ver la realidad de manera congruente con el contexto e identificar en las mismas cosas de toda la vida, nuevos aspectos necesarios de enunciación.
Un sueño, una idea repetitiva y una necesidad inherentemente humana, éstas son las características que todos tenemos en común, pero lo que en realidad nos une y motiva es nuestra diversidad y heterogeneidad, a través de un sentido de alteridad implícito en cada uno de nosotros y manifiesto tanto en nuestra interrelaciones como en nuestras creaciones; generando así, una agrupación compleja y aparentemente desordenada e incompatible, pero que en realidad es holística y posible.
Nuestra sociedad, nuestra nación y todo el universo que nos rodea, son entes diversos y aparentemente contradictorios. Pero resulta que “la contradicción” es un punto de vista, propio de la lógica occidental, al igual que “el orden” y “la igualdad”. En tal virtud, no podemos especificar aún más de lo que ya hemos hecho, los objetivos de nuestra acción y tampoco vamos a definir
[2] aspectos como el estilo o las preocupaciones literarias, de manera más limitada, a como ya lo hicimos.
Lo nuestro no es sólo un proyecto de renovación literaria enmarcado en los niveles subjetivos, sino que también es un anhelo de transformación humana, basado en la comprensión de la diversidad, que cada uno lleva a cabo, primero en su propia individualidad y luego en su medio de acción.

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