martes, 20 de marzo de 2007

EL GORDO
CUENTO
por. PAÚL MIÑO ARMIJOS


En sexto curso de secundaria hay un gordo grande y presumido, su aspecto se asemeja al de un cerdo, pero no al de uno que está vivo, sino al de aquellos chanchos sin pelo, con el cuero tostado y colgados de un garfio por el hocico, listos para ser convertidos en pequeños trozos de fritada.

En el mismo lugar se encuentra un flaco y escuálido personaje, al contrario del anterior, éste parece “una soga con un nudo en el medio” y sus compañeros se burlan de él llamándolo “Calcibón”, “Osteoforte” y demás nombres de suplementos vitamínicos para los huesos.

El gordo, en su afán de ser aceptado por los demás, tiene las típicas actitudes del mediocre falto de atención, cuyos padres aún le meten supositorios, es decir: trata de ser el centro del grupo haciendo bromas estúpidas y si alguien no le hace caso, lo muele a golpes.

Por otra parte, el lastimero flaco no es más que un callado espectador de la existencia, deja pasar el mundo y el tiempo frente a sus narices y no hace nada más; a él no le importa la atención, el mundo le es indiferente y, como decía mi abuela: “vive chupando la sangre de los demás”.

Estos dos patéticos personajes no se soportan, o mejor dicho, el primero no puede ver al segundo, porque éste nunca le hace caso, ni lo tomaba en cuenta.

Cierto día, ambos se encuentran en un grupo, hablando con otros muchachos; entonces el gordo empieza a hacer gala de su estupidez, tratando de imitar a un oso. El cuadro es tan penoso que el flaco sonríe con ironía y en silencio, mientras mueve la cabeza lado a lado.

El gordo se da cuenta de aquello y sale corriendo tras el tísico para reventarlo de una vez por todas, pero como éste es más ligero le lleva la delantera. Luego de tanto correr, se acercan al borde del instituto y el flaco se presta a cruzar los carriles de la avenida: salva con éxito el que va de norte a sur, pero en el de sur a norte lo atropella un 4X4 que le hace volar unos cinco metros por delante y luego rueda otros dos metros más por el asfalto. Al instante que sucede esto, en el carril norte-sur el gordo es atropellado por un camión F-150; él no sale volando, sino que cae al asfalto secamente y el carro lo pasa por encima, pero como el gordo tiene tanta masa, no cabo en la parte de abajó y los conductos del chasis le arrancan la ropa, la piel y la vísceras, las cuales quedan esparcidas dos metros a la redonda, envueltas en sangre y repugnantes fluidos viscosos de colores verdes y amarillentos.

Al final, el flaco quedó entero y vivió -aunque con los huesos rotos- unos minutos más que el gordo, quien reventó como esos grandes gusanos blancos, que salen por las noches de entre las viejas maderas húmedas, en las casas campesinas de las zonas costeras.

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