lunes, 30 de abril de 2007

EN LA GINEBRA DE TU VIENTRESECO....

LAS RAZONES LO INTERRUMPEN
Daysi Cárate

Llovía. El patio que anticipaba tu casa era un gran charco. No tuve más remedio que saltar entre lo menos hondo del agua y mojar los zapatos de mi uniforme. Cuando corría sentí una brisa helada que despeinaba mi largo cabello trenzado, el diluvio se avecinaba, y haciendo de mi mochila un paraguas salí del agua procurando no ensuciar de lodo los pliegues de mi falda.

Las puertas de tu colosal casa estaban entre abiertas. Cuando ingresé el fantasmal vacío de su interior parecía vigilarme. Las escalinatas de madera abrigaban mi presencia al subir, poco a poco el parquet despegado dirigía mi búsqueda entre el misterioso vacío y la lluvia deslizándose por el tejado. La humedad de mis zapatos produjo un rechinar con cada paso, musicalmente te-busqué por cada habitación saqueada con la precaución de que quizá no seas el único habitante de aquella residencia abandonada.

Pensaba tristemente en cómo te reconocí el día anterior. Mi madre se percató de tu presencia entre la multitud cuando llevábamos los abarrotes desde la feria. Ese día al mirarte pensé que quizá queden restos de mi cariño de todo este tiempo; porque volví a ver en tu semblante la desdicha de la indigencia, la resaca del que una vez se embriagó de amor, la desesperación de la impotencia para reconstruir una vida, aquellas imborrables razones que tuve para amarte.

Arrastrabas tu juventud aún presente. Tu enmarañada cabellera, barba y bigote guardaban tu identidad y el tiempo que habías habitado éste mundo, los ropajes desgarrados y tu caminar erguido a pesar de la derrota inspiraron en mí el rescate, la salvación, la solidaridad fingida, tal vez...

Por eso fui a verte, unas monedas no arreglarían tu desencanto. No esperaría la trágica noticia de tu hallazgo. Debía ser yo quién pueda acurrucar tu cabeza entre mi abrazo. A lo mejor fui egoísta al pensar que podría mermar tu aflicción, mi necesidad de acariciarte indefenso fue mayor y allí estaba temiendo el encuentro.

“Los sentimientos no afloran de las dificultades, lo sé. No necesitaré que me ames, lo comprendí al fin, auque mi trepidar desmienta mi inconciente y la necesidad de volver a ver tu ternura alimente mi ego como siempre”.

Mientras recorría cada rincón de la gran casa también pude sentir el calor familiar de otros tiempos, miré aquellos hermosos tapices de los que tanto hablaste, los largos cortinajes que fueron tu abrigo y pensé incluso oír el alboroto de la decena de hermanos que habían transitado por los diversos salones que exploraba, la música del abuelo bohemio, el zumbido de la vida que el jardín atrajo alguna vez.

“No ha pasado ni una década desde que la familia se fue, sólo tú y tu demencia permanecieron conservando el recuerdo, desde que las rejas del patio quedaron abiertas ya nada es tuyo, nada existe de verdad”.

Hallé tu pobre humanidad sobre el piso de una habitación lejana, unas hojas de periódico acurrucaban tu cuerpo, era todo. Te miré angustiada y como una madre te cubrí y acaricié tu rostro. Sólo tus ojos vivían ante mi presencia, la comisura de tus labios desquebrajados no permitieron una respuesta; tu cuerpo sin espíritu se marchitaba en el deseo de extinguirse alcoholizado.

Quise besarte y llorar junto a ti, no pude hacerlo. Lo único que logré fue hacer que reconocieras mi presencia, la única ayuda que te quedaba, la más absurda y la más simple a la vez...

Junto a la vía del tren que atraviesa frente a los portales abiertos de la monumental casa permanezco contemplando inerte, y al mismo tiempo deseosa, cómo la derriban lentamente. Cae roca por roca enterrando para siempre mil razones, mil visiones, mil sueños libres en el pensamiento.

2 comentarios:

  1. disculpen me podrian informar de como ponerme en contacto con los chicos de lakbzuhela. lei el articulo en el comercio y me parece un grupo muy interesante . mi correo es gbo_j0001@hotmail.com

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  2. Daisy... Tu obra maestra... Te costó lágrimas vivirla pero lo exspresaste de una forma hermosa...

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