martes, 4 de noviembre de 2008

EL MATAPIOJO-VIGESIMO QUINTO ANIVERSARIO

¡¡¡SEGUIMOS CELEBRANDO EL VIGESIMO QUINTO ANIVERSARIO DEL TALLER MATAPIOJO!!!


CONTINUAMOS CON LA SEGUNDA PARTE DEL ARTICULO:
"EL TALLER LITERARIO NO ES UNA OFICINA DE FAKIRES"



ACTO SEGUNDO: La disección literaria.

El tallerista no llega al taller como a una costumbre o a un hábito donde se hacen las cosas por simple rutina, o como a un lugar donde se refina el talento que heredamos de nuestra mamá. A él se llega como un taxidermista al cuerpo de disección; el texto que será objeto de crítica es primero escuchado por los talleristas a través de la lectura de su provocador. Una vez percibida la imagen sonora del texto se procede a recorrerlo en busca del esqueleto que hace posible su sustentación; existen cuerpos con esqueletos robustos pero otros con fracturas múltiples que impiden su supervivencia.

Pero cómo saber si el esqueleto funciona? generalmente cuando su hermosa epidermis y columna vertebral reflejan contundentemente los significados que su provocador quiso motivar en el lector. La belleza de la disección frecuentemente enardece al auditorio que aplaude la obra cometida luego de un round literario en donde cada tallerista aporta según su capacidad y experiencia.

Evidentemente hay quienes desarrollan el oficio de la disección más rápido que otros, quienes encontrarán cortes más deliciosos en el cuerpo de trabajo y propondrán a su provocador modificaciones que potenciarán la plenitud de la obra.

Moraleja: la calidad del taxidermista se acrecienta con la práctica y el estudio individual y colectivo del proceso de aparecimiento y disección del texto.

ACTO TERCERO: Elección del vaso comunicante entre el provocador y EL DEVORADOR.

El texto no se realiza sin su devorador; es decir, sin aquel que consume con ansias el objeto de goce estético, que percibe con placer el producto terminado y se siente propenso a la euforia o al optimismo, a la tranquilidad o a la revuelta. Pero dónde encontrar al devorador del texto? En una librería, en una plaza , debajo de las cobijas o aquí en estas cuatro paredes. Si el devorador es tímido y se sitúa a prudente distancia del provocador, si sólo se contenta con catalogar las muestras de la disección y coleccionarlas en su biblioteca o si ni siquiera se ha mosqueado de la literatura por motivo que son de dominio general, corresponde al provocarlo salir a encontrar a su destinatario. Entonces la revista, el afiche, el mural, el recital, el foro, la plaza, son instrumentos alternativos de consumo literario al solemne y dificultoso procedimiento de publicar un libro...

El provocador de los textos se convierte entonces en un vigilante del devoramiento de su obra, en vez de un ermitaño de su dormitorio o el líder de un grupo de ratones de cafetín.

Este acto culminante en el trabajo del Taller Literario, tal vez sea en el momento actual, el más importante para ser discutido y analizado. Buscar los vasos comunicantes para la joven literatura del país es tarea de provocadores y devoradores por igual.


Tomado del periódico El Escarabajo utópico
Taller de Poesía MatapiOjO
1986

LINK: PRIMERA PARTE DE ESTE POST:

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